Primer Congreso Nacional de Maestros de la República Oriental del Uruguay

Organización de la Escuela Rural en forma que influya para   evitar la despoblación de los campos, ponencia del maestro Agustín Ferreiro

El éxodo rural no es un fenómeno nuevo en la historia.
Corresponde al momento en que cada cultura, entrando en su ciclo culminante, se manifiesta por intermedio de una gran ciudad. Babilonia, Tebas, Alejandría, Roma, determinaron  la despoblación de los campos.

Cuando los pueblos de la antigüedad iban sufriendo estas transformaciones, el radio de influencia era limitado en el espacio: culturas hubo que coexistieron en el tiempo, pero vivieron ignorándose.

Visión del mundo en 1933

En esas condiciones el órgano espiritual de cada pueblo se iba desarrollando en forma natural, en relación con sus medios étnicos y geográficos. Actualmente  la situación ha variado: la técnica moderna produjo un achicamiento inverosímil de los meridianos y de los paralelos terrestres, el mundo está reducido a un punto; las culturas aisladas antes por el espacio y por sus contenidos espirituales, se penetran recíprocamente; y con esto se cierne sobre los pueblos, el peligro de colocarse en condiciones artificiales: transformarse en todos  sus aspectos bajo la influencia de elementos extraños a sus modalidades raciales y a sus elementos geográficos.

El éxodo rural

El éxodo rural tiene entre nosotros ese carácter de elemento extraño: es el producto de una occidentalización sin adaptaciones a nuestro medio y a nuestras necesidades.

La atracción no es un peligro grave en territorios ricos en hierro, en combustibles, caídas de agua: materia prima que requiere la técnica moderna y fuentes de energía para actuar sobre esos materiales.

Sus poblaciones tienden a concentrarse a fin de eliminar los problemas que crea a la gran industria, el tiempo y el espacio.

Una nación utiliza la energía de sus hombres en los puntos donde la aplicación de las fuerzas den, con el mismo esfuerzo, mayores rendimientos. Sus mejores hombres deben trabajar para las ciudades, sus escuelas  deben trabajar para las ciudades.

Pero el peligro es grande para los pueblos fijados en territorios carentes de esos elementos: tienen que aplicar necesariamente lo mejor de sus energías a la producción agropecuaria; sus mejores hombres deben trabajar para el campo, sus escuelas deben trabajar para el campo.

El urbanismo es  un estadio de la cultura occidental, que puede cumplirse totalmente, sin perturbaciones catastróficas, en medios fundamentalmente análogos, en cuanto  al fenómeno racial y a las producciones del suelo. En otros medios, el desplazamiento de los hombres hacia las ciudades provocará situaciones artificiales.

La urbe quemará las fuerzas de la nación, sin obtener rendimientos. Por eso considero que nuestra occidentalización debe tenderse en superficies: si las verticales de los rascacielos pueden simbolizar el sentido de la vida de otros pueblos, miremos nosotros como un símbolo, el ancho y largo de nuestros campos.

Nuestras  ciudades  y nuestro campo en el  año 2000

Si tomamos esa dirección, las futuras ciudades del año 2000, tales como las conciben  las imaginaciones de lo grandes novelistas modernos, no tendrán entre nosotros su correspondencia en la realidad. El teléfono, la radiotelefonía, los nuevos medios de comunicación y de transporte, los pavimentos lisos, el transporte de energías a grandes distancias son descubrimientos que bien aplicados entre nosotros determinarán  la urbanización de los campos, único remedio para detener racionalmente el éxodo rural.

Un país europeo recurrió a la ley de carácter prohibitivo para impedir la despoblación de los campos. Así como antes se ataba a la tierra por los regímenes de casta, esclavitud y servidumbre, se quiere ahora atar por el lugar de nacimiento, Pero serán vanos los esfuerzos de los que recurren a formas artificiales para cegar los ojos de los que se sienten atraídos por las luces de la ciudad.

Formación de un nuevo tipo campesino

Hay que urbanizar los campos: esa debe ser la directiva fundamental de la Nación y como consecuencia la directiva fundamental de la escuela.

A ésta le corresponde la formación de un nuevo tipo de campesino; no será un tipo vegetal, tradicionalista, sin ansias de nuevos horizontes; un atado a la tierra por su propia decrepitud espiritual. De acuerdo con el acento predominante de la cultura de occidente, debe mirar a su campo como a una usina, donde las fuerzas inteligentemente dirigidas por él, van realizando el milagro de una mejoración constante en las producciones. Una usina que produzca con el mínimo esfuerzo en el menor tiempo, la mayor cantidad dentro de la mejor calidad.

No creo que la escuela primaria pueda lograr la formación completa de un tipo que reúna estos caracteres: la inmensa mayoría de los niños abandonan los institutos de enseñanza, antes de cumplir los doce años de edad; pero en cambio puede, eso sí, cumplir la misión preparatoria.

La misión de la Escuela Rural

La escuela debe ser una muestra viva de todos los recursos que la civilización puede poner al servicio del campo.

Uno de los grandes elementos de atracción de las ciudades, es el que contempla la ley biológica del mínimo esfuerzo. La luz, el calor, el fuego se obtienen y se aplican con un insignificante gasto de energía física y mental. Este movimiento de la materia viva hacia las vías de mínima resistencia, está exaltado en el organismo humano; es inútil procurar detenerlo, debemos satisfacerlo en los lugares donde convenga más a la Nación.

Por eso la escuela, en su local, en sus dependencias, en todos sus servicios, debe adaptarse a las exigencias de los tiempos nuevos; mostrar todo lo conquistado por el hombre a fin de desenvolver aptitudes para la utilización de esas conquistas.  La ciudad en el campo: ese debe ser nuestro tipo de Escuela, en el orden de las conveniencias materiales y espirituales.

Consolidación de escuelas

En cuanto al problema considerado en su aspecto económico, considero que debemos ir, para actuar en forma más intensa y extensa posibles, a la consolidación de escuelas, y tender a crear situaciones de privilegio para las tierras comprendidas en los radios escolares, a fin de concentrar en los mismos a las familias con niños en edad escolar.

La escuela no debe supeditar su existencia a la voluntad o a los intereses del propietario de los campos adyacentes.

La preparación de los maestros

La preparación que actualmente se da al maestro, no es la más apropiada  para actuar en la formación del tipo que hoy esbozamos. Ni ama al campo con el sentimiento antiguo, ni lo comprende en sus nuevas formas.  No hay allí para él ni la física que le enseñaron con los aparatos del gabinete, ni la química aprendida en las reacciones de laboratorio, ni siquiera una de las formas geométricas que desfilaron por sus ojos de estudiante; y sin embargo, en el campo están actuando las fuerzas naturales de acuerdo con los principios establecidos por ciencias, incomprensibles para él, porque para enseñárselas, los mataron previamente en los institutos de enseñanza.

Y es el conocimiento de esos principios lo que vienen exigiendo las nuevas formas del campo: el saber cómo debe procederse para actuar en forma que con un mínimum de esfuerzo, se obtenga en el menor tiempo, la mayor cantidad dentro de la mejor calidad.

Ninguna de las ciencias que figuran en los programas de maestros se enseñan con esta dirección; menos ahora en que la entrada al magisterio se realiza por intermedio de la enseñanza secundaria. La ciencia que se estudia es una ciencia para profesionales: se enseña química teniendo en cuenta el futuro farmacéutico, matemáticas teniendo en cuenta al ingeniero o al agrimensor.

Esto en cuanto al contenido de la enseñanza; en cuanto a la técnica utilizada, merece también serios reparos. La enseñanza que da conocimientos, pero que no los aplica, rompe los nexos entre el pensamiento y la acción.

El campo exige hombres de pensamiento; pero por encima de todo necesita hombres  de acción. Mientras las ciencias de aplicación se enseñen en forma que los alumnos no tengan necesidad de levantarse de las bancas, las escuelas seguirán formando receptores que serán activos en lo que se relaciona con las especulaciones del pensamiento y con el goce de la emoción estética pero serán pasivos desde el punto de vista de su capacidad para la acción.  Propio para la vida de la ciudad, pero impropio para el campo; la charla de café, el libro, las conferencias, las audiciones de radio, los espectáculos públicos, se constituyen para él  en un fin de la vida, y no en un medio para el mejoramiento de la acción.

Un maestro en esas condiciones, no puede vivir feliz en el campo ni puede intervenir, por consiguiente, en la formación espiritual del campesino; sin vida propia, sus órganos de recepción sólo son sensibles para las producciones de otros hombres. La naturaleza no tiene lenguaje para ellos; no sabrán sentirla ni sabrán comprenderla: Ellos  serán los primeros en hacer penetrar por todos los ángulos de ataque del alma infantil, la aversión al campo.

La enseñanza intelectualizada, los libros que no enseñan a “a hacer”,  los salmos de la ciudad, las láminas seleccionadas para  mostrar solamente el lado bello de las urbes, el centro de interés de la escuela desplazado totalmente del medio para posarse en medios extraños, en el círculo   lejano de la vida del maestro, todo va contribuyendo para que nuestros niños crezcan con formaciones mentales y morales inadaptables para la vida del campo.

El programa escolar

Un programa no puede por sí solo determinar una reforma escolar; pero sus puntos pueden dar direcciones, y los nuestros están dirigidos a preparar para las profesiones liberales: todas las escuelas del país vienen trabajando, concientemente o no, para los Liceos y las Facultades de la República. Trabajamos para una ínfima minoría; y lo que es peor, adaptando nuestras técnicas a la de esos Institutos. Porque los maestros jamás se independizan totalmente de las prácticas de sus profesores respectivos.

El pueblo considera que la escuela debe enseñar a leer, escribir y contar. Esto choca porque no sabemos traducir fielmente el pensamiento colectivo. La verdadera traducción de ese pensamiento, es la de que la escuela debe educar por intermedio de los conocimientos que será aplicables en el medio ambiente.

De la física de la escuela, de la gramática, de la geografía, de la geometría de la escuela, apenas quedan rastros pasados los dos meses de vacaciones. La escuela es activa no sólo por la manera cómo enseña, sino también por lo que enseña.

La geometría de la ciudad deforma las superficies del ambiente, estira las líneas y aguza los ángulos; todo su afán consiste en medir superficies muertas, sin sentido alguno para el ambiente; y  sin embargo hierven allí las superficies vivas: se laminan  en hojas, se curvan en los frutos; y el cómo y el por qué de todas estas manifestaciones de la geometría del campo, no aparecen en los programas ni en los labios del maestro.

La educación en los distintos medios

No deseamos establecer diferencias entre la educación del niño de la ciudad y la del niño del campo; pero afirmamos que una educación para ser real, debe desenvolver aptitudes para reaccionar en la forma más favorable a la totalidad de los intereses del hombre.

Y bien: en medios distintos hay que educar por intermedio de conocimientos distintos. La ciudad puede tender a especializar las actividades de sus niños;  hacerlos en cierta forma impermeables a las solicitaciones no compartibles con su especialización; en el campo en cambio esa dirección de la enseñanza no tiene sentido.

La inadaptación de la enseñanza al ambiente rompe las conexiones que unen al niño a la tierra. La escuela no  tiene su centro de interés en el “medio”; la Historia los lleva lejos en el tiempo, y la Geografía los lleva lejos en el espacio. Se mide la cantidad, sin moverse de las bancas,  como puede hacerlo un especialista en matemáticas desde su mesa de trabajo con los datos que le proporcionan otros especialistas; los libros hablándoles constantemente de lejanías; el maestro transparentando en todo su ser ansias de ciudad, todo va tendiendo a la formación del nómada.

Propuestas

1.)    Para que la escuela rural pueda evitar la despoblación de los campos, es necesario que la Nación emplee lo mejor de sus energías en llevar hacia los mismos, todas las conquistas de la vida civilizada, que sirvan para mejorar, en todos los órdenes, la situación actual del campesino.

2.)    Las escuelas deben contar con medios que las capaciten para el logro de lo concebido como una necesidad  fundamental de la Nación.

3.)    La preparación del maestro rural, en sus dos ciclos, debe adaptarse al medio en que  le tocará actuar al maestro, en el desempeño de sus funciones.

4.)    Los programas deben ser rectificados en sus contenidos y en su dirección: ceñirlos más al medio rural y orientarlos decididamente hacia la conquista  económica y espiritual del campo.

1933/02/17

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