Tomás Escondeur Barbé
En 1862 arribó a este suelo Tomás Escondeur Barbé.
Procedía de la zona vasco-francesa y venía huyendo del servicio militar.
Las circunstancias que encontraba este joven desertor en la Banda Oriental no eran exactamente las mismas que las que se daban a la llegada de los Iralde Inchausppe.
Bernardo Berro había asumido como Presidente de la República dos años antes y procuraba llevar adelante una forma de gobernar diferente a la imperante desde 1830.
Intentaba eliminar los constantes enfrentamientos entre facciones para dar un impulso decisivo a la democratización de la vida del país al tiempo que estimulaba una política tendiente a robustecer la nacionalidad oriental.
Esta realidad determinó, sin duda, el rumbo que Tomás Escondeur dio a su vida en su patria de adopción.
Este joven francés era inquieto y emprendedor.
Le interesaban los negocios y fue en ellos que buscó su forma de sustento.
Es así como lo encontramos regenteando un café en la capital, en el viejo Mercado que existió en la Plaza Independencia.
No permaneció allí mucho tiempo; pronto se trasladó a la Aguada en el cruce de las calles Arroyo Seco y Bella Vista; años más tarde mudó su comercio frente al edificio del nuevo Mercado en Soriano y Ciudadela.
Tomás Escondeur en el Interior
En 1874 constituyó una sociedad con el andaluz Pascual Giménez con el que puso un almacén en 18 de Julio y Río Negro.
Su visión para los negocios le llevó a dejar la ciudad y adentrarse en el corazón mismo del país.
Manteniendo la sociedad con Pascual Giménez se estableció en El Caballero, paraje ubicado en el departamento de Durazno.
La elección no fue hecha al azar.
Por aquellos tiempos El Caballero era una zona de grandes estancias y el comercio se encontraba en un punto estratégico. Estaba emplazado en una de las troncales que conducían a los pocos pasos que permitían vadear el Río Negro en la zona oeste del departamento.
El tránsito hacia el norte, en la amplia extensión que abarca la circunscripción de Durazno, se iba desplazando hacia la desembocadura del río Yi.
Así se fueron abriendo sendas cada vez más marcadas y estables que acabarían siendo paso obligado para todo aquel que viajara rumbo al litoral norte.
Siguiendo el afianzamiento de esas sendas, en el año 1879, siempre en sociedad, Tomás Escondeur trasladó su comercio a Los Tapes.
Es en 1883 que este francés resuelto y audaz concreta un emprendimiento difícil pero muy redituable por aquellos tiempos.
Se instala en el Paso de Porrúa, abre comercio y con un préstamo de $ 4.000 hecho en partes iguales por el Presbítero Manuel Juan Belz, Juan José Milans, Santiago Bordaberry y Santiago Laborde, compra a Antonio Riba la balsa del Paso de Porrúa sobre el río Negro.
Gran fiesta se hizo en esa oportunidad y en una foto borrosa que Homero Grillo conservó toda su vida, aparece el grupo de amigos y vecinos que celebró el acontecimiento.
Mujeres y niños a la derecha con sus trajes de época y apretando en sus brazos grandes ramos de flores; a la izquierda los hombres luciendo ponchos, gruesos pañuelos al cuello y sombreros de anchas alas.
En medio de ellos está Tomás Escondeur.
Como fondo una cortina de altos árboles y el cielo infinito.
Un día memorable sin duda.
Tomás Escondeur terminó sus días en el Paso de Porrúa habiéndose retirado en 1900 de la administración de la balsa, por encontrarse enfermo. Sería su yerno, Francisco Grillo González, quien le sucedería en el negocio.