Fundamentos doctrinarios del Movimiento de Educación Rural

 

1.- La educación es una función natural del grupo social; distintos medios requieren diferentes programas educativos.

En Pedagogía las normas de validez general han pasado de moda. El educando tiene derecho a que sean tenidas en cuenta las circunstancias en que vive. Una permanente corriente de interacción  debe establecerse entre los órganos educativos y el medio. Éste debe llenar de contenidos vitales la labor de aquéllos; a su vez, de los órganos educativos deben fluir los estímulos que lleven al medio a una constante superación.

Es legítimo hablar  de “educación rural, porque existen problemas propios del medio rural y hasta un estilo de vida rural que, en algún grado, determinan la adecuación del acto educativo. Esto no implica la renuncia al sentido universal y nacional que puede tener la educación, ni obliga a que, por la presión de un programa educativo diferenciado, el educando rural resulte ligado definitivamente a su medio.

Tanto los problemas con el estilo propio de vida, son fruto de la etapa de evolución en que vivimos. Las diferencias entre vida rural y vida urbana tienden a disminuir como efecto de la evolución de las técnicas que condicionan el vivir. Pero en la etapa presente, y seguramente por muchos años, se mantendrán en grado suficiente como para condicionar distintos programas de asistencia educacional.

La educación aspira a servir ideales de humanidad. Dar una mejor educación al hombre concreto es un modo positivo de servir al Hombre.

2.- La educación integral garantiza el desenvolvimiento pleno del hombre.

La educación es elemento indispensable para la satisfacción de cada una de las necesidades humanas. Brindarla integralmente, de manera que contribuya a la comprensión y solución  de todos   los problemas de todos  los hombres, es el único medio que puede llevar al género humano a una plenitud sin excepciones.

Este enfoque integral se cumplió espontánea y naturalmente en las sociedades primitivas por exigencias de las inaplazables aunque limitadas necesidades cotidianas. Pero la civilización hizo de la educación una tarea especializada, dirigida principalmente a la transmisión de los elementos intelectuales de la cultura.

Hoy, sin embargo, un alto porcentaje de seres humanos necesita todavía ser educado para alimentarse satisfactoriamente, para disponer de una vivienda confortable, para dar el cuidado y la asistencia indispensables a sus hijos o para cumplir sus deberes cívicos para con el grupo que integran. Un sistema educativo falla si se desentiende de este tipo de problemas y es ajeno a la conquista de sus adecuadas soluciones.

3.-  La escuela es el órgano educativo fundamental y su acción debe tender, como la de todo el sistema educativo, a la integralidad.

Cuanto más reducidas sean las fuerzas aplicadas a la asistencia social en una región, mayor es la significación de la escuela primaria. Allí donde los servicios que tienen que ver con el bienestar y el progreso están ausentes o resultan insuficientes, alguna institución debe velar para mantener a las gentes atentas o interesadas ante los problemas aún no resueltos, a fin de conducir a la comunidad hacia la obtención de mejores niveles de vida.

En los medios rurales, sobre todo, la escuela primaria tiene responsabilidad en esta tarea. Desde el punto de vista teórico, fuera de toda circunstancia de tiempo y espacio, cabría discutir sobre el verdadero alcance de la misión de la escuela primaria. Pero ante la realidad existente en algunas zonas de nuestro país, de Latino América y del mundo, resulta imprescindible y resulta justo que la escuela primaria  tenga un importante papel en la promoción del bienestar general.

Esta afirmación está apoyada en un hecho concreto de validez no exclusivamente nacional: la única agencia del Estado que se encuentra en todas partes -a excepción de la policía-  es la escuela.

Imposible concretar el papel que cabe a la escuela rural en formas inalterables o moldes universales. Las circunstancias locales determinarán la exacta ubicación de la escuela en el conjunto de instituciones que actúan en el medio. Pero seguramente será imprescindible que la escuela supere posiciones de aislamiento o indiferencia para ponerse a trabajar, en estrecha coordinación con los organismos llamados a similar responsabilidad. El sistema escolar, entonces, debe tener la necesaria elasticidad, en su programa y en su organización, para adecuarse a realidades sin abandonar sus objetivos generales.

En el medio rural esto se traducirá, muchas veces, en trabajo educativo con las dueñas de casa o con los productores, y siempre con los jóvenes, que generalmente quedan librados a sus propias fuerzas en cuanto trasponen la edad escolar. Tal es la justificación  de los cursos de labores para ex alumnas, del fomento de clubes juveniles, de las campañas sanitarias y de alfabetización.

Seguramente, en zonas de muy precario desarrollo, la labor finque principalmente en la recuperación espiritual tanto como material de los pobladores, tarea que exigirá una organización y un método especiales y una coordinación muy ajustada con las demás instituciones del medio y del Estado.

4.- La educación del niño debe tender igualmente a la integralidad.

El sector de la población que mayores desvelos debe merecer a la educación en general y a la educación rural en particular es el de los niños. Por especializada que sea la función de la escuela en este sentido, es inadmisible que la acción docente con los niños esté divorciada de las inquietudes del medio y de las responsabilidades generales de la escuela como órgano promotor del progreso.

Dentro de los lineamientos del programa actual para las escuelas rurales, cada maestro puede realizar el ajuste a la realidad de su medio. Tal programa exige que el niño participe activamente en tareas de producción, haciendo de las actividades agronómicas el centro vital de la experiencia y el aprendizaje.

La “escuela productiva” que el programa define no se juzga por la producción en sí, sino por los rendimientos culturales y sociales que de tales tareas de producción obtienen los niños. El cultivo de plantas y la cría de animales no son más que vehículos de la experiencia educativa, motivadores del razonamiento, el estudio, el trabajo activo.  Se prestan admirablemente, además, para vitalizar las relaciones sociales, la cooperación y la responsabilidad del niño y dan a la escuela primaria el clima que tienen las cosas de la tierra, que es el mismo clima que rodea al niño en su casa.

Debemos apartar de nuestro pensamiento la imagen del salón de clase donde solamente se lee, se escribe y se hacen cuentas, sin dejar de reconocer, claro está, que la adquisición de esas técnicas sigue teniendo un valor esencial. Son ya muchas las escuelas del país donde el trabajo activo da sentido a las instalaciones, a las herramientas, a la propia tierra.

Las escuelas rurales de precario edificio   y de equipamiento deficiente están muy  lejos de ser los centros  de acción cultural y social que el pueblo necesita. En cambio, cuando las actividades de nuestra llamada “escuela productiva” cumplen  los requisitos educativos y técnicos, la escuela deviene en centro irradiador de progreso para su  zona.

¿Sería justo deducir de esto una desmedida polarización de las posibilidades del niño hacia el trabajo agrario? De ninguna manera, como se desprende del texto de  todo el programa, puesto que la escuela primaria no es una escuela profesional, el mismo sentido vitalizador deben tener las demás actividades de la escuela, en especial las de expresión. Si algo se desea con vehemencia, es que el niño se desarrolle por el empuje de sus experiencias personales, dentro de un panorama integral y sin desajustes con el medio  de que proviene.

5.- La defensa de los derechos de los niños a la vida plena y a la educación es tarea de la escuela pública.

No siempre se logra que los padres garanticen la salud, la alimentación o el abrigo de los niños. Medios pobres producen niños aún más pobres, porque por su indefensión y por cierta natural resistencia que lo permite, la pobreza y la indigencia de medios se acentúan más en los niños que en los demás miembros de la familia.

Alguien debe acudir para la solución de estos problemas. Sin perjuicio de que la acción educativa logre de los padres esfuerzos adecuados para ello, la escuela rural tiene que acometer esa tarea de asistencialidad para garantizar el bienestar del niño. Se comprende que para ello la escuela rural debe disponer de recursos suficientes.

En algunos casos, la primera medida radica en asegurar la propia asistencia del niño a la escuela, impidiendo que razones económicas o la incomprensión paterna lo condenen al trabajo prematuro, vale decir, al ausentismo y al analfabetismo. Por lo mismo, hace falta también dotar a la escuela de recursos legales ágiles y efectivos que impidan el alejamiento obligado del niño. El concepto de asistencialidad se ha sumado, pues, a los de gratuidad y obligatoriedad, para que éstos puedan tener real vigencia.

6.- La función del maestro rural es, fundamentalmente, la del trabajador social y debe estar capacitado para cumplirla.

De nada vale formular doctrinas si no se cuenta en número suficiente con quienes deben convertirlas en hechos reales. El maestro rural debe comenzar por ser y sentirse un miembro del grupo social en que trabaja, un vecino más; no para identificar su nivel de vida material y espiritual al de quienes lo rodean, sino para convertirse en creador de renovadas formas de vida.

No lo podemos imaginar como un profesional en permanente tránsito, cuyos intereses se sitúan muy lejos de su zona de trabajo; tampoco como al trabajador sin esperanzas a quien la distancia y el tiempo han menguado  las fuerzas creadoras; sí lo concebimos como un luchador consciente por  un mundo mejor, que comienza por situarse, sin renuncias y sin espejismos, en este mundo de hoy, y en la realidad concreta de su país. Es, como dijimos, un trabajador social, un orientador, un constante predicador de la solidaridad y del progreso.

El maestro uruguayo, que tiene una preparación básica de alto nivel, requiere, sin embargo, para el cumplimiento de esta misión, capacitación especial y asistencia técnica permanente.

Nuestro título de Maestro habilita para ejercer la docencia en cualquier punto de la República. Lejos está, no obstante, el Maestro que recién se inicia, de asumir las responsabilidades de la educación rural con garantías de éxito, porque generalmente no dispone de suficientes técnicas para vivir en el medio rural, para interpretar sus problemas, para influir en su evolución.

El magisterio rural necesita capacitación especial, es decir, cursos de entrenamiento completo que den la teoría, la práctica y el fervor de la educación rural. Y ya en ejercicio, necesita permanente asistencia técnica y estímulo.

7.- La educación es un poderoso instrumento de progreso; pero no es omnipotente. Su esfuerzo debe estar coordinado con los que se realizan en los demás aspectos de la vida nacional, para que el bienestar social que anhelamos sea posible.
Confiar en que la escuela que trabaja con un sentido de integralidad o confiar  en que un sistema educativo completo y eficiente salven al país resultaría vana y culpable ilusión. Los problemas económicos, sociales y culturales que  pesan sobre el  país son complejos; sus soluciones no pueden ser parciales ni simples. La educación es una manifestación entre otras de la actitud de un pueblo ante su destino.

Podemos y debemos reformar nuestro sistema de educación rural  para darle más efectividad, más amplitud, más recursos, más y mejores maestros. Será una importante contribución. Pero ese esfuerzo será estéril si la acción del gobierno y la acción privada no acometen la obra de reconstrucción nacional desde todos los ángulos y en forma coordinada.

Sin embargo, el aporte que la escuela rural puede significar en un programa de fomento y expansión de la producción agropecuaria, debe ser destacado en este preciso momento en que la Nación cifra en él sus mayores esperanzas.

Modificar técnicas y modos de producir sin un proceso educativo que permita la renovación del hombre a través de sus experiencias, lleva al fracaso y al despilfarro. La escuela rural puede ayudar en esta tarea  y debe estar en las mejores condiciones para hacerlo.

Al mismo tiempo que los elementos materiales indispensables para la producción debe llegar al campesino una acción educativa coordinada y permanente, capaz  de provocar un cambio de actitud frene a sus problemas y a su propio destino.

En el momento en que, por diversos caminos, se procura la recuperación económica mediante el pleno desarrollo de los recursos naturales de nuestro suelo, es preciso insistir acerca de la importancia que en ese proceso tendrá la educación.

Nota

Tomado de una publicación de la Sección Educación Rural
Julio de 1959

 

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