El cuento mudo da un material apto, en mi concepto, para llevar al alumno a redactar. Para el niño es un motivo sumamente placentero: plantea una incógnita, despierta el deseo de apoderarse de ella, lo hace feliz si triunfa, porque se siente vencedor de una dificultad a base de esfuerzo propio. El “cuento mudo” pone en juego las actividades más nobles del espíritu. Esto va dicho, claro está, siempre que no se den explicaciones por anticipado, que si en el afán de ayudar facilitamos elementos para dar forma y fondo a la obra, el discípulo no se moverá en otro campo que en el de la imitación. Solamente después de que haya puesto término al trabajo, conviene leer las producciones mejores, incluso la que puede realizar el maestro.
Los diarios y revistas brindan material abundante, tanto que si se colecciona, cada alumno podrá actuar con un tema distinto.
Mi experiencia me lleva a considerar que desde el segundo año de estudios, puede lanzarse al niño en esta clase de trabajos, según la naturaleza de cada asunto. El de hoy, que va como ejemplo, es aplicable, a mi ver, desde cuarto año en adelante.
A la vuelta va un trabajo que se puede leer a los niños una vez que estos hayan realizado el suyo.
AVENTURA DE CERO PELO
Mañanita de sol, tanto más bella cuanto se ha hecho esperar muchos días, porque el invierno ha sido lluvioso, frío, destemplado. Y este tibio sol de setiembre, ha tenido la rara virtud de poner en todas partes, una nota de alegría, de esa sana alegría de vivir que sentimos a veces, sin saber por qué.
Cero Pelo siente también la alegría de esta mañanita de sol. Ha salido a la vereda. ¡Hacía tantos días que su mamá no se lo permitía! Corre hasta la esquina. Está frente al Parque Rodó. Le parece más bello que otras veces. Hasta el chirriar de los gorriones es más alegre…Y él está muy contento…De pronto sus ojos encuentran un cartel, que antes no había visto y que dice: “CONTRIBUYA A EMBELLECER LAS CALLES.- LOS AMIGOS DE LA CIUDAD”.
Se sonríe. ¡Cómo si hiciera falta esa advertencia! Allí todo es hermoso. Mira a su alrededor y sus ojos, que antes sólo bellezas habían mirado, se posan en una parte del cercado, en la que las viejas maderas están destrozadas, rotas; forman un agujero que, evidentemente, afean el conjunto. Piensa que aquello no está a tono con la belleza del día y del lugar y sintiéndose una persona importante y capaz de cooperar a la obra de embellecer la ciudad, corre a su casa y vuelve trayendo un cuadrito que ornaba las paredes de su habitación. Con él cubre el agujero del cercado, y conservando todavía en la mano el martillo que empleó para clavar el clavo que sostiene el cuadrito, contempla complacido su obra.
¡Qué contento está! ¡Cómo embellece el cuadrito el viejo cercado! Tan satisfecho se siente, que tiene ganas de reir y de cantar.