Este trabajo fue publicado en el año 1959 y era uno de los 24 temas del CURSO DE PEDAGOGÍA PARA MAESTROS CONCURSANTES.
El ejemplar del que presentamos la presente copia nos fue obsequiado, junto con dos de sus obras, por su autor: el Maestro Diógenes De Giorgi.
Rescatamos del pasado un enfoque diferente sobre José Pedro Varela al tiempo que evocamos a un Maestro que formó a varias generaciones de docentes que mucho aprendieron de sus clases y de su persona. A él, nuestro reconocimiento y un cálido recuerdo.
Enfoque del tema
La redacción que tiene este tema exige hablar sobre la obra de Varela, pero notemos que divide su análisis en tres sectores: su doctrina, realizaciones y proyecciones.
Conviene ajustarse a esa división, y tratar en forma sucesiva esos tres aspectos.
Su doctrina
En primer lugar corresponde preguntarse: ¿Tuvo Varela una doctrina personal en el campo pedagógico? ¿Incorporó concepciones nuevas como Herbart, Rousseau o Dewey? Él mismo ha contestado negativamente a esta interrogante; se concretó a trasladar a nuestro medio las mejores ideas pedagógicas de su tiempo, y su acierto, su originalidad, radica en la pujanza, en el vigor, en la constancia con que supo llevarlas a la práctica, insertándolas en forma creadora en nuestro medio social.
Fue original hasta el genio en la acción; pocos hombres tan realizadores como él hubo en la historia de nuestro país; integra con justicia plena el círculo de honor de los constructores de la nacionalidad. Por eso decimos, reproduciendo unas palabras de Leopoldo Lugones contenidas en ese admirable libro “Historia de Sarmiento”, que él también estaba – como su gran maestro argentino-“poseído de un vasto ensueño de patria”:
Recordemos que él mismo dijo: “la acción parece ser el atributo genial del espíritu en posesión de sí mismo”.
Si se quiere decir que Varela no fue original, en un sentido peyorativo, habría que rechazarlo de plano, como una afirmación intelectualista y superficial, pues también hay una originalidad en el hacer, y tal vez de las más difíciles; sería algo así como querer negarle originalidad a Artigas porque no inventó las ideas de libertad, de federación y de respeto a los pueblos, que fueron la doctrina de su originalidad sin par en la historia americana.
Y todo esto dicho respecto a sus ideas pedagógicas; pero si pasamos a otro campo, el sociológico por ejemplo, la valoración de su originalidad se complica aún más. El Dr. Carlos M. Rama, en su trabajo “José P. Varela, sociólogo” recientemente aparecido, sostiene que Varela fue el primer sociólogo nacional. También aquí conviene profundizar esta afirmación. Desde el punto de vista de la teoría sociológica el pensamiento de Varela carece de significación; no sólo no innova, sino que inclusive está en retraso con contenidos muy importantes de la ciencia sociológica de su tiempo. Se concretó a aplicar la concepción individualista liberal , pero lo hizo con un sentido tan profundamente democrático, tan radical y tan concreto a las características de nuestro país, que su pensamiento se tornó original en la aplicación, en el análisis que hace de la realidad social nacional, en ese admirable libro que es “La Legislación Escolar”. Es decir, retornamos también aquí, por el lado sociológico, a la conclusión anterior: su originalidad, su genio estuvo en la acción creadora. En ese campo tan complejo, en que el desánimo nos acecha a cada paso, él supo hacer un diagnóstico justo de la realidad nacional, trazarse un derrotero y cumplirlo, con una visión de futuro, que aún hoy nos sobrecoge el ánimo cada vez que frecuentamos su pensamiento y su itinerario.
El aspecto doctrinario de la obra de Varela, también ha sido recientemente iluminado desde el punto de vista filosófico, por la brillante investigación del Dr. Arturo Ardao, profesor de Filosofía de la Facultad de Humanidades, contenida en su libro “Espiritualismo y positivismo en el Uruguay”. El Dr. Ardao demuestra en ese libro que Varela fue el introductor en nuestro país de las ideas de Darwin, cuya obra capital expuso y defendió en polémica pública y si a esto se agrega su frecuentación de Spencer. muy notoria en sus obras teóricas podemos reconocer a Varela – dice Ardao- como uno de los primeros introductores del positivismo en el Uruguay. Reproducimos, para mayor claridad, el fragmento en que Ardao juzga su obra filosófica:
“La deslumbrante acción de Varela en el campo de la enseñanza escolar ha perjudicado hasta ahora la justa valoración de otros aspectos de su personalidad intelectual. Cuando se le sigue de cerca se llega fácilmente a la conclusión de que fue la mentalidad uruguaya más original y revolucionaria de su tiempo.
Ha de reconocerse que no hay exageración en lo dicho, si se piensa que le correspondió el singular destino de iniciar en persona todas las grandes corrientes espirituales de renovación que tuvieron lugar en el país en la segunda mitad del siglo pasado. Fue, desde luego, el iniciador en 1868 del gran movimiento educacional que por su propio intermedio habría de fundar, más que reformar, a la escuela y que él ligó a un sentido económico y social de la democracia como no se había conocido tan avanzado entre nosotros.
Pero fue además, el verdadero iniciador, en 1865, desde las columnas de La Revista Literaria, del liberalismo racionalista que enfrentó a la Iglesia y la combatió con energía en las décadas siguientes: el verdadero iniciador, al regreso de su viaje, de la influencia sajona que revitalizó todos los aspectos de nuestra cultura en el último cuarto del siglo; el verdadero iniciador, en sus dos libros fundamentales, del movimiento de reforma universitaria que tuvo su realizador en Alfredo Vázquez Acevedo del 80 en adelante; el verdadero iniciador, en fin, del modo de pensamiento y del tipo de acción emanados de la filosofía positivista, que iban a caracterizar a las próximas generaciones.
Sólo en los dos últimos aspectos –la reforma universitaria y el positivismo-, Ángel Floro Costa emitió con corta anticipación sus ideas coincidentes; pero lo hizo en términos menos significativos y desde fuera del país, al cual regresó recién en vísperas de la muerte de Varela.
La inspiración positivista de Varela –inadvertida al correr de los años- fue expresamente reconocida por sus contemporáneos como determinante del sentido de su obra. Un lustro después de su muerte, Martín C. Martínez terminaba en el Ateneo una disertación sobre los “ideales positivistas” diciendo de él que “nos demostró ya con su vida que los hábitos de templanza y de labor constante, que el evolucionismo comunica a sus adeptos, no amortiguan el ardor del combatiente, pues si a la luz de la doctrina nueva pudo medir cual ninguno la intensidad de los males de la patria, en ella cobró nuevo brío para luchar hasta el día de la muerte por elevarla a más gloriosos destinos”. A un lado su retórica, esa frase encierra una esencial definición filosófica de Varela cuya vigencia ha llegado la hora de restablecer”.
(Págs. 87-89)
La clasificación del Dr. Ardao exige sin embargo ser manejada con cuidado. En primer lugar Varela no habló nunca en sus obras del positivismo como corriente filosófica y le son ajenas las fuentes francesas de esa doctrina. Ardao distingue dos corrientes del pensamiento positivista de amplia repercusión en América, la francesa de Comte y su escuela, con gran irradiación en México y Brasil, y la sajona que actuó a través de Spencer y Darwin.
En esta última ubica a Varela y llega a hablar de “la inspiración positivista de Varela reconocida por sus contemporáneos”. Este reconocimiento no es otra cosa, sin embargo, que una clasificación doctrinaria de algunos hombres de su época, que puede discutirse. Desde el punto de vista filosófico el momento en que Varela interviene en el debate y el inmediatamente posterior, es de gran confusión; se habla de “darwinianos”, “materialistas”, “espiritualistas”, etc… pero más que definidas corrientes ideológicas, lo que sucede en nuestro medio cultural, para las ideas nuevas de Darwin y de Spencer, es que son discutidas como la expresión más reciente del pensamiento europeo.
En vida de José P. Varela y por su mediación se inicia el debate, pero es recién varios años más adelante que decantan las posiciones ideológicas y se vive la etapa positivista. Varela se mantiene, a nuestro juicio, con un pensamiento independiente de toda posición filosófica netamente determinada. Y esto es lo que dio base a la crítica de Berra que le imputaba carecer de sistema, de espíritu científico, y que motejaba a su obra de empírica. Por esta crítica de Berra nos podemos asomar al aspecto más valioso del pensamiento vareliano; efectivamente, careció de sistema, porque no era hombre para pensar por sistemas, sino que usó las ideas y las concepciones en la medida en que, a su criterio, le iluminaban el campo de la acción. Su posición, lejos de ser empírica como pretendía Berra, tiene por lo contrario, varios rasgos fundamentales de una de las corrientes filosóficas más profundas de nuestros días y que más valora a la ciencia: el pragmatismo de James y Dewey. Como prueba terminante, véase la fundamentación al artículo 59 de su proyecto de ley de educación pública. Varela –como Sarmiento- eran fundamentalmente pragmáticos innatos: maestros de la acción.
Carecía, pues, de doctrina pedagógica propia; filosóficamente inicia la discusión positivista sin llegar a ser un secuaz de dicha escuela, pero hay en toda su obra un núcleo de doctrina que lo inspira – en la teoría y en la práctica-, dicho núcleo es un concepto de democracia como sistema político de vida social óptimo para la vida humana.
Su vida de periodista, escritor, político y educador constituye un fruto armonioso de la concepción básica.
Pocos hombres como él pensaron tanto en nuestro pueblo; Unamuno pudo decir que “le dolía España”. Varela hizo su obra colosal porque le dolía como a nadie el Uruguay de su tiempo.
Realizaciones
No vamos a repetir aquí lo que está ampliamente tratado en el apéndice
de nuestro libro. Recomendamos hacerse un esquema destacando que organizó nuestra escuela pública dándole una base legal (la ley del 77 es una consecuencia de su proyecto de ley expuesto en “La Legislación Escolar”), administrativa (al crearse por la ley las Inspecciones departamentales de escuelas y la Dirección de Instrucción Pública se montó el aparato administrativo de una escuela nacional) y técnica. (las innovaciones de la Reforma en Programas, métodos de enseñanza, textos y preparación de los maestros, dieron las bases técnicas para el vigoroso vuelo de la escuela uruguaya desde Varea a nuestro días). No olvidar que él fue el que arrasó definitivamente con las “escuelas de la Junta” y creó la escuela pública como hogar común de la infancia uruguaya por disposición de la ley y por imperio de su prestigio técnico.
Proyecciones
Las proyecciones de la obra de Varela pueden clasificarse en dos grandes grupos: a) pedagógicas y b) socio-económico-políticas.
Desde el punto de vista pedagógico su obra permitió que la escuela pública no sólo naciera con la Reforma, sino que viviera y se desarrollase como un organismo poderoso dentro de la vida nacional. No sólo creó las bases de la escuela pública, sino que le infundió un impulso, un “élan” interior que pese a todas las vicisitudes e inclusive retrocesos, se mantiene incólume y constituye el patrimonio más valioso en todos aquellos que sienten a nuestra escuela.
Yerran los que creen que sólo rendimos un culto externo a Varela; si no todos, son muchos los maestros, a través de las varias generaciones que se han sucedido, que conociendo su obra retoman. nuevas fuerzas para proseguir la labor educativa.
Por encima de las bases legales, técnicas y administrativas que nos legó con la Reforma escolar, la obra de José Pedro Varela se transformó en un permanente llamado a responsabilidad para el magisterio nacional. Tal vez, ésta sea su proyección más profunda e imperecedera en lo que se refiere a su obra pedagógica.
Desde el punto de vista socio-económico-político, vamos a ceder la palabra al Dr. Carlos M: Rama, que en su trabajo “José P. Varela, Sociólogo”, aísla cuatro grandes consecuencias de la obra de Varela:
1º.- La Escuela vareliana fue un factor de unidad nacional (asimilando a los núcleos extranjeros, como dice Rama, y además creando una tradición cultural popular);
2º.- fue un factor político en sentido inmediato, pues la Constitución del año 30 sólo otorgaba el voto a los que sabían leer y escribir, y al alfabetizar a extensos sectores permitió el ejercicio efectivo de la ciudadanía. Las consecuencias políticas mediatas – nos permitimos agregar- fueron aún más importantes, pues inclusive después de la Constitución de 1917, la escuela pública mantuvo y desarrolló las tendencias originarias de la Reforma en lo que se refiere a la educación cívica y democrática de la juventud nacional;
3º.- fue un factor económico – tal como lo había expuesto Varela en “La Educación del Pueblo” – al capacitar a la población para leer, estudiar y comprender muchas indicaciones y asesoramientos que se refieren a la producción y
4º.- fue un factor social, en cuanto permitió, afirma Rama, la elevación de los sectores sociales modestos a jerarquías superiores; en cuanto posibilitó el surgimiento de la opinión pública y finalmente por haber provocado la creación de un importante grupo profesional: los docentes.
Las consecuencias de la Reforma fueron tan vastas y profundas que resulta difícil hacer un balance exhaustivo de todas sus proyecciones en la vida nacional, pero a nuestro juicio, su valor central reside en haber logrado crear las bases culturales para que la democracia política empezara a vivir, a crecer y a desarrollarse en el seno de nuestro pueblo.
Bibliografía
José Pedro Varela “La Educación del Pueblo”. Montevideo. 2ª edic. 1910
José Pedro Varela “Memoria correspondiente al período transcurrido des-
de el 1º de abril de 1876 hasta el 1º de agosto de 1977,
presentada a la Comisión Económica Administrativa de
la capital, por el Director de Instrucción Pública, Don
José Pedro Varela” Montevideo, 1877. Imprenta Rural,
calle de las Cámaras 111. (Esta Memoria tiene adjunto
un tomo con cuadros estadísticos.
José Pedro Varela “Memoria correspondiente al período transcurrido des-
de el 24 de Agosto de 1877 hasta el 31 de Diciembre
de 1878, presentada a la Dirección General de Instrucción
Pública por el Inspector Nacional Don José P. Varela”.
( 2 tomos)
Francisco A. Berra “Noticia de José Pedro Varela y su participación en
la Reforma Escolar del Uruguay”. B. Aires,1888.
(Es un pequeño volumen, existente en la Biblioteca
Pedagógica, de la mayor importancia como docu-
mento y juicio de la obra vareliana).
Dr. Arturo Ardao “Espiritualismo y Positivismo en el Uruguay” Edicio-
nes Fondo de Cultura Económica. México. 1950.
Dr. Carlos M. Rama “José Pedro Varela , Sociólogo” Montevideo, 1957,
Editorial Medina, 1 folleto de 64 págs.
Manuel Herrera José P. Varela y su obra” (Enciclopedia de la Educa-
y Espinosa ción, Julio de 1939, época III, año I, Nº 2). Hay edi-
ción anterior; fuente importante, es un contemporá-
neo de Varela.
Diógenes de Giorgi “El Impulso Educacional de José Pedro Varela” Mon-
tevideo, 1942, un volumen de 158 págs., impresores
Monteverde y Cia.
Diógenes de Giorgi “La Escuela Rural que nuestro país necesita” (Anales
de Instrucción Primaria, 1945; tiene material sobre cre-
ación de la escuela rural por Varela).
Diógenes de Giorgi “Curso de Ciencias de la Educación para maestros con-
cursantes”” Montevideo,1958, un volumen de 298 págs.
Editorial Medina.
Noticia biográfica y bibliográfica de autores citados
Dr. Arturo Ardao Actual Profesor de Filosofía en la Facultad de Humani-
dades. Se ha dedicado a la historia de la cultura nacio-
nal, publicando dos valiosas obras al respecto: “Filoso-
fía Pre-Universitaria en el Uruguay”, Montevideo, 1945,
Claudio García y Cia. Editores y “Espiritualismo y Posi-
tivismo en el Uruguay”, ya citada en la bibliografía. Ha
publicado importantes artículos en “Cuadernos Ameri-
canos de Cultura”, México.
Dr, Francisco A Berra (1844-1906) Destacado colaborador de Varela; su
obra teórica es muy vasta y ha perdido por comple-
to actualidad. Polemizó ardientemente con Varela
respecto a orientaciones de la enseñanza. La obrita
que recomendamos en la Bibliografía es de capital
importancia para conocer la obra de Varela. Para
más datos puede leerse el libro de Jesualdo “Ideas
pedagógicas del Dr. Berra”, Montevideo, 1950, edi-
ciones Ciudadela, un volumen de 83 páginas.