Congreso de Inspectores de Enseñanza Primaria – Programa para Escuelas Rurales: informe del Inspector Enrique Bráyer

“No alcanza con el Programa”

La Comisión que trabajó en la estructuración del programa de la Escuela Rural no olvidó que el problema del niño del campo no se resuelve con un simple programa; éste será uno de los factores de mejoramiento de la educación, de la formación de ese niño, pero con un programa no se resuelve un problema que está vinculado a muchos otros, y que, por lo demás, en muchos casos, se carece de medios para llevarlo adelante; por otra parte, están las dificultades que supone tanto para el personal docente como para el personal inspectivo, entrar a trabajar en forma distinta, y en algunos aspectos podría decirse contraria a la forma tradicional de trabajar de unos y otros.

Esa ha sido la angustia que se presenta ante estas nuevas exigencias, de comprensión y de sensibilidad para salir exitosos en una tarea que es desconocida por ser nueva.

Este programa tendrá que ser aplicado por maestros de distinta e inadecuada formación. Hay, pues, un problema de maestro; y en este juicio incluyo, junto a los maestros en formación, a los ya titulados, a los que están dispersos por nuestros campos y a quienes rara vez puede llegar la voz de orientación y ayuda del funcionario inspector o de otras autoridades escolares; maestro cuya formación habrá que complementar, ya estableciéndose cursos o cursillos, ya llegándose hasta él semanal y aún diariamente mediante periódicos que estén especialmente dirigidos y confeccionados para él, o por la voz que oigan de su receptor, receptor que debemos pugnar porque cada Escuela Rural tenga, para que, desde altas y eficientes tribunas, llegue hasta él la palabra directriz y de ayuda que necesita.

Formación del Maestro

La formación del maestro, en estos momentos, se realiza en alto porcentaje en la capital de la República, y no llegará a ser completa porque se hagan cursos de enseñanza agronómica, por más eficientes que ellos sean.

Hay que ir a la formación del maestro en el medio geográfico, social y económico en que él deba actuar, única forma de que se capacite para comprender los problemas de su medio, del niño y del hombre, y para resolverlos con probabilidades de éxito. Subsanar que la formación del maestro se haga únicamente en el sur, ya que ella nunca llega hasta el norte, creando un maestro cuyo objetivo fundamental, primario, básico, es vivir en la gran ciudad, o, como mayor concesión, en la pequeña ciudad, pero nunca en el campo.

Tengo, en este aspecto, la cruda experiencia de Cerro Largo, a donde nunca llega la colaboración del maestro formado en Montevideo.

Habrá que procurar, cuando se resuelva el problema de la formación del maestro de la Escuela Rural, que el Estado produzca allí donde haga falta; y la experiencia nos dice que el maestro para el Departamento de Rivera, de Artigas, de Tacuarembó o de Cerro Largo, se tiene que formar en estos departamentos; porque no se puede contar con que del sur o del centro el maestro se desplace al norte.

Este planteamiento lo hago a título personal, y tendré oportunidad de insistir cuando el problema se plantee; espero que las cifras convenzan.

Permanencia del Maestro en el medio

También hay que evitar que el maestro pase por la Escuela sin dejar huellas de su acción. La Comisión propondrá que se exija del maestro, para su movilización, una mayor actuación en su medio, donde su obra tenga tiempo de ser positiva; no es posible que un maestro que apenas alcanza a actuar dos años en una escuela, tenga ya derecho a un traslado y abandone el medio que recién conoce y para el cual recién está en condiciones de considerarse capacitado.

La Comisión propondrá que con distinta postura a la actual, inspector y maestro enfoquen estos problemas, y sean resueltos en acción coadyuvante de unos y otros y entiende también sumamente ventajoso que el inspectorado del país se reúna y que las altas autoridades de enseñanza que tienen en sus manos la responsabilidad de la docencia primaria, se asesoren en los problemas técnicos, oyendo al magisterio y al inspectorado.

Es de alegrarse que estas palabras sean dichas en oportunidad que nuestras autoridades nos han convocado. Nuestro petitorio será en el sentido de que esto se haga en forma regular, año tras año.

Los inspectores nos veremos, si es que el programa se aprueba, frente al duro problema de una labor completamente nueva; pero nuestra posición será firme y sólida siempre que hallemos la colaboración que nos dé fuerzas para orientarnos.

Los desafíos del Programa para Escuelas Rurales

No temo decir que tengo miedo a este programa, porque vamos a entrar a caminar por senderos que no hemos recorrido; nos ayudarán, sin duda, los cambios de ideas que con otros compañeros realicemos; como sin duda ayudaremos a los maestros en la nueva senda a recorrer, por la palabra que les hagamos llegar los inspectores, adoctrinando, aconsejando y recibiendo también, humildemente, doctrina y experiencia de parte de los maestros.

La Comisión propondrá que la primera semana de labor de 1950 sea destinada a que el inspectorado del país se reúna con los maestros de su Departamento, en distintas zonas, informándolos del contenido de este programa y dándoles las orientaciones que como funcionarios inspectores estamos en la obligación de darles; y que transcurrido un año de aplicación de ese programa nos reunamos nuevamente con los maestros, no ya para darles directivas, sino para agregar a la experiencia que hayamos cosechado durante el año como inspectores, la experiencia viva y directa que puedan transmitirnos los maestros de su actuación en la escuela y de sus reuniones y cambios de ideas.

Se ha hablado ya de la precariedad de medios en que se encuentra el maestro para aplicación de este programa; la Comisión que lo ha redactado lo ha entendido también así y ha planteado el asunto por nota al Consejo de Enseñanza.

Concluye el señor Bráyer su exposición advirtiendo que todas las dificultades, y aún la carencia de medios, podrán ser reducidas siempre que se ponga en la obra el fervor que ha de caracterizar siempre la función de los educadores; palabras que son rubricadas con cálidos aplausos de la Asamblea.

1949

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