Sugerencias para lograr una correcta interpretación de los mapas
Todo educador se vale de una serie de recursos materiales para llevar a cabo su labor docente. Éstos le permiten efectuar el trabajo en forma más eficiente y acorde con la metodología moderna.
Dentro de esos recursos, llamados medios o ayudas audiovisuales porque se valen de los canales sensoriales de la vista y el oído para la transmisión del conocimiento, se encuentran los mapas, quizá uno de los auxiliares visuales más abstractos y más antiguos usados en la enseñanza formal.
Los mapas
El mapa es “una representación esquemática de la superficie de la tierra o de alguna parte de ella, mostrando el tamaño y la posición relativas en una escala determinada”.
Los mapas pueden representar muy poco para el niño si éste no es capaz de interpretarlos correctamente. Por lo tanto hay que enseñárselos a traducir para que los comprenda, igual que si se encontrara frente a una escritura en lengua extranjera desconocida para él.
Como elementos educativos permiten dar al educando un resumen de la realidad, relacionar al hombre con su medio físico e histórico así como ofrecerle una amplia información: distribución de tierras y aguas, vida animal y vegetal, clima y otros fenómenos naturales, distribución de razas, itinerario de viajes, etc.
Si se considera que son recursos muy importantes y de gran valor, se debe tratar de que no conduzcan a errores, a interpretaciones equivocadas. Para ello es preciso enseñar, ante todo, el propósito del mapa, su contenido, la necesidad de su uso y cómo usarlo.
Iniciación en el trazado de mapas
Esta enseñanza debe comenzarse en el primer año escolar e irse ampliando paulatinamente hasta llegar a que el alumno se ubique correctamente frente a cualquier tipo de mapa, es decir, hasta que se logre que interprete el sentido del mismo.
¿Qué proceso será conveniente seguir?
Nos permitimos dar algunas sugerencias que estimamos de valor para el maestro.
Se deberá partir de lo real, de lo concreto, para llegar a lo abstracto y de lo simple para entender lo complejo.
Si observamos a un niño de dos a tres años, vemos que aprende, en forma lenta pero segura, la ubicación de las distintas partes de su casa, de las aberturas, el lugar donde están colocados los muebles, etc. Ya en la escuela, con cinco o seis años de edad, el niño conoce perfectamente la ubicación de los muebles de la clase, de los salones con que cuenta la escuela y de sus diversas dependencias. Aprende el camino de su casa a la escuela. Al aprender los puntos cardinales sabrá hacia cuál de ellos se encuentra su casa, más tarde aprenderá a qué distancia. Pero lo importante es que éste es un conocimiento adquirido directamente por el niño. Basándose en él se puede iniciar el proceso.
Con el conocimiento de los puntos cardinales y de la dirección en que se encuentra su casa, puede el niño trazar en el piso de la clase o fuera de ella, pero en un plano horizontal, una línea que represente el camino que recorre desde su casa a la escuela. Línea que podrá ser más o menos recta, cortada, sinuosa… será éste su primer mapa trazado. Cosa muy simple, sí, pero muy importante. Sólo una línea, pero en ella hay algo de mucho valor: ha representado algo que él conoce y en ello descubre un símbolo sin saberlo. Primera abstracción. Podrá luego ubicar, tomando como punto de partida esa línea, su casa y la escuela, dibujarlas en pequeño y simplificadas (símbolos pictóricos). En esta forma se pierde la perspectiva y no se usan símbolos abstractos.
Mapa de la zona
Más tarde será la ubicación de otras casas (a la derecha o a la izquierda de la línea), es decir, las casas de los vecinos por donde él pasa diariamente, después será el arroyo, río o cañada (indicando la dirección, dando color y explicando el por qué de éste); luego será una carretera que él cruza o una cuchilla o un cerro que pueda ubicar fácilmente. Y serán las huertas de los vecinos, los gallineros, los tambos. Y así, insensiblemente, irá realizando el mapa de su zona, de la que él conoce y recorre día a día. De lo concreto a lo abstracto, de lo simple a lo complejo.
Este mapa de la zona que se irá perfeccionando en los distintos años, hecho en base a experiencias directas y que desde luego el niño no necesitará para aprender el camino de su casa a la escuela o al comercio más próximo; el conocimiento de los puntos cardinales, conocimiento que de pronto afirmó porque notó que la carretera o el alambrado que él cruza todos los días, o la vía del ferrocarril o los postes telefónicos están orientados digamos de sur a norte, serán los primeros pasos para introducir al niño en un trabajo formal con el uso de mapas impresos.
Plano del salón y de la Escuela
Desde luego que el comienzo puede ser otro. Puede comenzarse con la ubicación de los distintos muebles de la clase, también realizado en un plano horizontal y representando los objetos por medio del dibujo, es decir, en forma pictórica, para continuar luego por el predio escolar, la huerta, el gallinero, el apiario y continuar así hasta abarcar toda la zona.
El maestro sabrá buscar la forma más adecuada y oportuna, sabrá orientarse al respecto y modificará y variará estas sugerencias según su plan de trabajo.
Uso del mapa y del globo terráqueo
Iniciado el proceso en algunas de estas formas, se podrá llegar en 3º y 4º al uso del mapa impreso y del globo terráqueo.
Lo fundamental es que el niño llegue a entender que el mapa es una representación, de lo contrario no tendrá valor.
No podremos, por ejemplo, hacerle comprender que los trazos marrones indican elevaciones, sin antes haber desarrollado este concepto. Esto nos lleva a que, paralelo al uso del mapa se deben usar, en el caso de no poder hacerlo en forma directa, otras ayudas audiovisuales tales como películas, filmstrips, diapositivas, fotografías, lecturas, que complementen la información que da el mapa y sirvan para establecer relaciones físicas y humanas.
Desde luego que no todos los símbolos del mapa podrán ser visualizados, por ejemplo, la latitud y la longitud, pero cuando se llegue a esa altura, el niño estará en condiciones de comprender lo meramente abstracto.
Así, llegado el momento del uso del mapa impreso, el niño estará capacitado para interpretarlo correctamente.
Será primero el mapa de su departamento para pasar luego al del país, al del continente después y lograr más tarde la ubicación de su país en la tierra a través del uso del planisferio y del globo.
Pero estos mapas ya no encierran símbolos pictóricos salvo los de este tipo, sino que las representaciones responden a un cuadro de referencias que el maestro no debe descuidar. Tampoco deberá descuidar la escala que en todo mapa se indica, la que ya podrán entender los niños por haber trabajado a escala en otras actividades (en esta oportunidad aplicarán aquella enseñanza).
En esta forma el niño se sentirá seguro de que usa algo que comprende y sabrá el por qué de su uso y cómo debe usarlo.
Orientación de los mapas
Es importante también, al presentar al niño mapas impresos, ubicarlos adecuadamente en la posición y dirección correspondientes para no crear en la mente infantil el “arriba y abajo” por “el norte y el sur”. Serán una mesa o el piso los lugares mejores para ubicar el mapa y se empleará una brújula para orientarlo correctamente. Desde luego que no siempre será usado de esta manera, porque puede resultar incómodo, pero sí es imprescindible que se haga cuando se usa por primera vez para que no se produzca confusión en la mente del alumno.
¿Cuál debe ser la posición del maestro frente a esta ayuda?
Pensamos que el maestro debe verla tal cual es: un eficaz instrumento y no un simple cartel sin vida.
Debe hacer un uso inteligente de la misma aprovechándola, junto con otras ayudas, para la enseñanza que la escuela activa exige. Así, al introducir una danza o una canción, el mapa servirá para ubicar el lugar de origen de éstas y podrá hablarse de las costumbres de ese lugar, de su industria, de su comercio. El mapa irá acompañado de ser posible, con diapositivas, fotografías, materiales originarios que permitan al niño tomar conocimiento de la vida de individuos que habitan en lugares distintos y comprender el por qué de determinadas costumbres (razones de clima, de situación geográfica, etc.).
Esta ayuda servirá entonces ya para motivar, ya para colaborar en el desarrollo, ya para culminar una unidad de trabajo o un centro de actividad.
Es necesario que el maestro la vea no como letra muerta sino como historia viva que tiene real validez si se sabe leerla y si se enseña a leerlas correctamente.
Ana María Angione
Nota:Trabajo publicado en la Revista Rumbo Nº 1
1961/09/01