Francisco Grillo González murió en Tres Árboles el 3 de julio de 1913.
Homero, su hijo menor, sólo tenía por entonces siete años.
Esta muerte trajo consigo el derrumbe de una existencia armónica y sin asechanzas pero sirvió para reforzar la unidad de la familia.
A pedido de la madre todos sus componentes, chicos y grandes, con mayor o menor conciencia del compromiso que asumían, prometieron mantenerse firmemente unidos cualquiera fueran las circunstancias que les tocara afrontar.
Este pacto fue observado por todos. Los Grillo Escondeur constituyeron una familia fuerte y unida que supo sortear gravísimas dificultades con entereza ejemplar, que vivió con optimismo y que hizo del “hermanos y amigos” una postura permanente ante la vida. Así los conocimos y así lo vivimos.
En el mes de mayo de 1914 la familia se trasladó a Montevideo. El rumbo de la vida de sus integrantes cambió radicalmente y fue por momentos francamente difícil.
Viejos amigos que vivían en la capital ofrecieron su apoyo para facilitar esta transición y en un total acuerdo, con temores y expectativas, se instalaron en Sayago cerca del cruce de Millán y Raffo.
Atrás quedó la vida campesina.
Pero aquellos primeros años en el campo fueron decisivos para Homero Grillo.
Fue el tiempo que se asociaba en sus recuerdos a la presencia del padre, a sus primeros contactos con la naturaleza y a una sociedad rural típica de comienzos del siglo pasado.
Esta etapa fue referente permanente en su existencia.