Evocación de la balsa en la que Homero Grillo recordaba haber viajado siendo un niño muy pequeño
“Gerardo Piquinela, anciano amable, muy lúcido, nos habla del Palmar de Porrúa, donde vivió entre 1890 y 1910, cerca del Paso que llamaban “de la Balsa”. Por aquel entonces era todavía el centro de una extensa zona que se extendía al vecino departamento de Río Negro. Mucha gente vivía en el paraje: Antonio Muchada, próximo a Caballero; el comercio de Oyhenart, cerca de la estancia de Laborde.
Sobre el paso mismo, en las lomas y cerros que lo rodean, tenía comercio Tomás Escondeur.
A su muerte se hizo cargo un yerno, Francisco Grillo, que hizo casa grande, de piedra, con galpones en cuadro.
Grillo pronto pasó el río y levantó comercio más adentro, en Río Negro, dejando a Piquinela en el comercio viejo en el Durazno, el que más tarde quedaría a cargo de Aniceto Patrón, que llegaría a ser senador.
Pasaban las diligencias, que seguían hasta Las Flores en el Arroyo Grande: la de Francisco Aguirre, la de Aparicio (le decían El Forzudo: levantaba el vehículo con sus brazos), que tenía por cuarteador a Juan Eusebio Larrosa y a otro conocido por “El Paraguayo”. La balsa era grande, embarcaba hasta 75 novillos. Tenía una maroma de guía y otra de tiro movida con un cabrestante.
El balsero por la época era un paraguayo llamado Nicolás Méndez, gran nadador; lo ayudaba la mozada joven: los hermanos Lemos y dos o tres más.
Con el paso del tiempo el comercio fue decayendo, pero aún a principios de siglo se hacían grandes reuniones los domingos y fiestas: carrera, billar, monte y taba. “Había que preparar mucha comida y dormíamos sobre el mostrador y los bancos”, recuerda Piquinela. Todo ese esplendor ha desaparecido: la balsa, deshecha, ha sido sustituida por un bote. Casi nadie vive por allí y el camino es poco más que una huella.”
Nota:
Artículo publicado en el Cuaderno Nº 12 – Durazno – de la Colección Los departamentos