La historia de la Educación Nacional registra, desde hace muchos años y hasta nuestros días, los testimonios de la gestión cumplida por un maestro insigne: Homero Grillo.
Gestión fecunda y persistente que tuvo por escenario a la Escuela Rural y su entorno, al maestro, al niño y al hombre campesino, impulsados a descubrir, construir y crecer sobre la base del armonioso doble juego de las manos y la mente como procedimiento eficaz para la adquisición del saber.
Su insigne figura será recordada en un homenaje a realizarse el lunes próximo, a la hora 11, en el cementerio del Norte (nicho 2940, La Rotonda). Allí se hilvanará el recuerdo que Grillo ensayó durante toda su vida, el ademán sencillo y fecundo del sembrador, que practicó el arte de enseñar con actitud vital.
El maestro Grillo asumió, según los casos e indistintamente, los roles de maestro y aprendiz; preconizó la condición cualitativa del conocimiento por encima de la cuantitativa y nos dio siempre, desde la primera hasta la última, lecciones fraternales.
Fue un hombre lleno de virtudes y ninguna de ellas predominaba sobre las restantes. Su obra justifica un título de “Maestro de Maestros” y se proyecta más allá de lo que supone una emérita postura docente.
Al frente de organismos oficiales y privados promovió la capacitación y especialización de los maestros; fue artífice de procedimientos concretos y eficaces de apoyo, estímulo y asistencia al magisterio campesino; fue propulsor de instituciones aplicadas al trabajo cooperativo, sostenidas por los propios maestros y en todos los órdenes de la actividad aceptó los elogios con humildad y fue un hombre digno frente a las situaciones adversas.
La permanencia de Grillo es un hecho incontrastable. Vive en nuestro quehacer cotidiano de una manera cierta y práctica y continúa dándonos la lección del poema: “una sencilla manera de sembrar”.
José María Vera
Diario EL DÍA
Montevideo, jueves 18 de setiembre de 1980