Autoridades de la Educación, maestros, señoras, señores:
En 1971 “el Consejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal se obliga a enajenar a la sociedad Cooperativa Instituto Cooperario de Educación Rural y ésta se obliga a adquirir la propiedad y posesión del inmueble sito en la cuarta sección judicial de Montevideo empadronado con el Nº. 6272 con frente al este a la calle río Branco 1161/63 entre Canelones y Maldonado por….. (grabación inaudible) ……. 2562 de fondo lindando al norte con el padrón 6271, al oeste con el padrón 6277 y al sur con los padrones 6273 y 6276, superficie 211 metros cuadrados y Cooperativa CICER se obliga a adquirir y enajenar al Consejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal la propiedad y posesión de un solar de terreno baldío ubicado en la 11ª sección judicial del departamento de Montevideo empadronado con el Nº 145033 compuesto de una superficie de 4114 metros con 26.
El día en que en dicho solar se coloca la piedra fundamental para la construcción del edificio escolar fue la última vez que conversamos personalmente con el Maestro Homero Grillo.
La celebración en la zona fue unánime. El Himno Nacional fue ejecutado por la banda de la Escuela privada Don Bosco situada frente a donde se instalaría la escuela pública y la Comisión Vecinal procuró la presencia de autoridades y vecinos. Terminaba 1971.
El compromiso de permuta se firmó el 28 de diciembre. En ese lugar se construyó la hoy escuela Nº 227 de primer grado en el kilómetro 16 de Camino Maldonado e inauguramos el 12 de marzo de 1972 la primera parte del hermoso edificio consistente en cuatro aulas, baños, amplia galería, salón de dirección, clínica, espacioso hall y patio de recreo.
Nuestro esfuerzo en tal logro fue posible debido a la agilitación de trámites notariales por Homero Grillo y a la labor incansable de otro gran maestro: el arquitecto Rogelio Celli. Luego, en el propio 1972, se finalizó la construcción con la incorporación de ocho aulas, nuevas galerías, comedor escolar y otras baterías de baños.
Sentía necesidad hoy de recordar la sensibilidad de Grillo, el diálogo franco, casi paternal de las múltiples jornadas compartidas con dicho propósito.
Homero Grillo fue un sembrador.
Sembrar es sin embargo uno de los más intensos goces de la vida. Al sembrador lo anima la ilusión y hay en su gesto, al lanzar la semilla con mano generosa, una amplitud que contrasta con el ademán ávido del que recoge.
Cuando Homero Grillo desempeñó su hacer docente lo hizo con la autoridad que emanaba de su propia vida consagrada integralmente a la consecución de un ideal cuyas realizaciones procuró extender en la medida de todo lo posible.
Junto a su recuerdo vivo leo estas líneas que Juan Ramón Jiménez escribió inspirado por el cuerpo yacente de Giner de los Ríos y las que Homero Grillo sin saberlo, sin pretenderlo, fue ganando para sí.
“En el sitio que él vivía queda para siempre su imagen quieta como el cuerpo en la tumba. Será el alma un día sol, otro rosas, otro rocío en una eterna postrimería de primavera cuyas hojas verde-oro nunca se llevará el polvo del invierno»
1990/12/11