En nuestras recorridas por el Interior profundo nos hemos reencontrado con esos paisajes que tan caros son a nuestro corazón.
Y en ese reencuentro evocamos los tiempos en los que fuimos maestros campesinos, las alegrías y las peripecias de aquel tiempo lejano.
Hoy la realidad es muy otra….. pero de pronto nos vienen a la mente aquellas palabras que don Agustín Ferreiro escribiera en la década del cuarenta del siglo pasado:
“El campo necesita apóstoles que prediquen con el ejemplo; que sean muestras vivas, permanentes, de que en ese medio se puede vivir una vida superior….
El hablar con palabra sabia y cálida, con un automóvil al lado que asegure el retorno a la ciudad donde la vida es fácil, placentera; donde no hay arroyos que impidan el llevar al hijo moribundo, el auxilio del médico; donde los hijos tienen asegurada una educación superior y puede desenvolverse el hombre en todas sus posibilidades, es en mi concepto insuficiente: es posible que en la nube de polvo que deja tras si el vehículo que regresa a la ciudad, los ojos campesinos forjen urbes de ensueño, con juegos de luces fascinantes y arrullos de sirenas.
No, no basta la palabra cálida y sabia cuando ésta proviene de un hombre que vive en la ciudad; el campo, ya lo dije, necesita apóstoles que como tales prediquen con el ejemplo. Si es bello el campo, si en él se puede vivir una vida superior, ¿por qué vosotros, los que habláis de sus excelencias, no vivís en él?”
El arroyo Tira Poncho, en el departamento de Artigas, suele verse como un hilo de agua. Cuando crece inunda los campos vecinos y deja aislados por varios días a los pobladores de ambas márgenes. En la actualidad se está construyendo un puente que solucionará este grave problema.
La situación que se da en la zona del Tira Poncho se repite con el arroyo Cuaró a pocos kilómetros del Internado Rural de Paso Farías. Ocurre lo mismo con infinidad de arroyos que no figuran en el mapa pero que, con sus desbordes, generan idénticos problemas todo a lo ancho de nuestro territorio.
Da para reflexionar